sábado, 31 de mayo de 2008

Nos encontramos en la calle, yo diría, casualidad. Aún conservaba esa mirada, ese garbo, ese swing, ese charme. Venía supercolocada. Su sonrisa, sí, era algo especial. Cuando me dio la cachetada puso las cosas en su lugar. Luego me abrió su boca como la libertad. Tomamos unas copas y en el bar se echó a llorar. El tiempo pasó, fuimos ella y yo, 2 en la ciudad. Me preguntó cómo había sido, cómo fue que elegí partir. Si había tenido algunos hijos y si alguna vez fui tan feliz. Le pregunté si estaba sola, ella sí que sabía fingir. Que ingenuidad, no era una boba! Era el mismo monte Sinaí. Pasó, pasó, pasó nuestro cuarto de hora. Pasó, pasó, pero aún sabíamos reír. Se nos pasó la noche entre el whisky y la coca. Se nos pasó, pero aún sabíamos reír. Todo el fin de semana no nos dejamos ir. Cuando me levanté ese lunes ella ya no estaba allí. El tiempo pasó, fuimos ella y yo, 2 en la ciudad. Pasó, pasó, pasó nuestro cuarto de hora. Pasó, pasó pero aún sabíamos reír! Se nos pasó la noche entre el whisky y la coca. Se nos pasó pero aún sabíamos reír. Dos en la ciudad, fuimos ella y yo, dos en la ciudad, nuestro cuarto de hora. Fuimos ella y yo, dos en la ciudad.

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